NO CONFUNDIRNOS: Digamos que la verdad no existe, pero todos aspiramos a ella. Mientras nos llega, ahí vamos caminando con el trasiego de lo indefinible y la cotidiana, nó monótona, realidad que, cual apariencia,  intenta confundirnos. Son las sombras que nuestros propios egos traslada al fondo de la pared como dijera Platón en su Caverna. Pero seguimos sin dar la vuelta para aspirar a la luz, que por cercana nos produce desconfianza.
De momento, con el mismo ánimo que al inicio - cuando todo era nuevo - miramos como el recién nacido, sorprendidos a veces, incrédulos otras, sabios las menos y escépticos las más.
No es extraño que esto suceda. Al contrario, es producto de tal agromeración de información y nomenclaturas que sus significados se desdibujan sin añadir nada nuevo en pos de lo pretendidamente actual, moderno y quiméricamente transgresor.
No es el inmobilismo su antítesis sino el sentido común el que en un primer análisis nos cuenta historias cercanas de sus protagonistas, artistas, escritores, actores y compositores que supieron de la importancia de su elegantemente inquisidora producción y supieron igualmente -saben - elaborar notas de proporción, composición, y gesto sincero y lejano al mismo tiempo de la mimética y absurda renovación que consiste en cambiar el color de la camisa para que parezca nueva.
Bienvenidos.